Angela Fernandes, estilista y dueña de un salón de belleza en Brooklyn, los eroga gustosa para que Lola , su perrita, tenga alimento especial, vestidos, juguetes y ropa de cama.
El accesorio más caro, según confiesa, es la bolsa donde lleva a Lola a todas partes: costó mil 200 dólares (unos 12 mil 500 pesos).

A pesar de que la joven (de 24 años) asegura que no quiere parecerse a Paris o a Britney, dice que "tener uno de estos perritos y asegurarse de que vaya a la última moda, ya se ha convertido en una necesidad" para los neoyorkinos.

A pesar del gasto mayúsculo, Angela no podría considerarse como una fanática del lujo de perros.

En ese caso estarían otras personas que requieren los servicios de Emma Rose Designs para vestir a sus mascotas en su (por decirlo así) boda. Emma es una diseñadora que estudió alta costura y se dedicó a realizar trajes de novia. En cierta ocasión, una de sus clientas le pidió que hiciera una réplica miniatura de su traje para que su perrito la llevara el día en que ella se casaba.

No faltaron las amigas de la novia que copiaron la idea, pero tampoco quienes, más adelante, mandaron a hacer los vestidos para la ocasión en que las perritas se apareaban.

Claro que, con el tiempo, los perros también fueron vestidos para tan señalada ocasión y se mandaron confeccionar esmokines miniatura para ellos.

El traje de novia para perro más caro que ha realizado Emma Rose costó 7 mil 200 dólares (unos 76 mil pesos): tenía una cola de tres metros y medio, estaba realizado en seda, cosido a mano y llevaba incrustados cientos de cristales de Swarovski.

Casas de ensueño
Aunque todo ello pudiera parecer excesivo, los amantes de las mascotas piensan que ningún gasto es demasiado para tenerlas cómodas. Y para eso se necesita contar con el hábitat perfecto, el cual, evidentemente, no es la típica casa de perro en el jardín.

En el campo del interiorismo se está desarrollando una especialidad en espacios para animales. Algunas residencias, tanto de Nueva York como Beverly Hills, disponen ya del "área de mascota": cuartos con ventanales de piso a techo, areneros, muebles especiales (camas, divanes de gamuza sintética, lavables, o sillones con las patas cubiertas de material para arañar), zona de "comedor" y enormes bebederos. Estas habitaciones pueden ser más grandes que algún apartamento de interés social en México.

¿Por qué lo hacen?
Todo fenómeno social, como esta industria, encuentra pronto un investigador que analice las causas y efectos que lo produce.

En este caso, encontró a Nicholas Dodman, veterinario especialista en conducta, quien explica que este tipo de "atenciones" hacia las mascotas pueden dejarlas indiferentes, en el mejor de los casos.

En los peores, pueden ser una terrible molestia o incomodidad para el animal, como cuando se les imponen ciertas "prendas" o joyas demasiado pesadas.

"La gente olvida que las mascotas no dejan de ser animales con necesidades básicas. En eso se diferencian de los humanos, que siempre buscamos satisfacer algo más allá de lo esencial", explica el veterinario.

El doctor Dodman aclara que las parejas jóvenes actuales que no se deciden a tener hijos, o los solteros en el mismo caso, suelen poner en las mascotas el amor y dedicación que en otro caso destinarían a un niño.

"Se han convertido en los nuevos bebés de la casa, lo que, por otro lado, acarrea en los animales cambios de conducta, relaciones poco sanas con sus dueños y eventualmente, problemas de comportamiento tan severos que pueden requerir de la eutanasia.

"Nada de esto es justo para un animal que se encariña con un humano por el solo hecho de que está ahí", termina Dodman (quien, hay que decirlo, ha ganado miles de dólares con el libro que ha escrito sobre la materia y las conferencias que ofrece).