El Afgano ha sido considerado, desde tiempos antiguos, como
uno de los perros más nobles. Es un perro grande de silueta
muy grácil perfectamente adaptado a la carrera, en la que
es un maestro. No sólo se caracteriza por una gran velocidad
sino también por una extraordinaria agilidad.
Es, sin duda, un gran placer observar a estos perros en plena
carrera. El cuerpo, así como las patas, es alargado y está
cubierto por un pelaje muy largo y sedoso, que puede ser de cualquier
color, siendo más habituales los tonos cremas y leonados.
La cabeza es alargada y con el pelo considerablemente más
corto que en el resto del cuerpo, salvo en la frente y las orejas,
en las que es de la misma longitud.
Es una raza muy exigente en lo que se refiere a los cuidados que
precisa. Su pelo largo liso requiere cuidados continuos. También
es muy sensible en cuanto al afecto que precisa, que es considerable.
Pero sobre todo es un animal que necesita unas grandes y constantes
dosis de ejercicio.
Es un perro altamente vital, así como independiente
y bastante centrado. Es muy inteligente, pero su talante independiente
hace que el proceso de adiestramiento sea particular y engorroso.
Está muy acostumbrado a ser el centro de atención
y cuando no se está por él se torna triste. También
es muy posesivo. Es de carácter manso y destaca su gran
adoración por los niños.
En su origen se mezclan los relatos y las leyendas, pero se
le sitúa en las estepas orientales y se extienden posteriormente
mediante los pueblos nómadas. Pequeños detalles
nos acercan a diferentes épocas, como los restos de cerámica
con gacelas perseguidas por un perro tipo galgo que datan de
seis mil años antes de nuestra era.
Existen piezas arqueológicas del norte de Irak, cuya
antigüedad es de seis mil años, donde se pueden
diferenciar unos cuantos galgos parecidos al Saluki actual.
Antes del Neolítico no se encuentran referencias, así
que se sitúa su origen en torno a ocho mil años
antes de nuestra era.
La raza se introduce en Occidente gracias a los británicos,
quienes llegaron a Afganistán, procedentes de la India,
hacia 1839. En 1880 se presentó en Inglaterra el primer
ejemplar de Afghan Hound, aunque en realidad era un Pastor Afgano;
se llamaba «Khelat» y era propiedad del señor
Tauton, este ejemplar era blanco y negro, con el rabo cortado
y parecido a un Bobtail. Las primeras importaciones no eran
muy homogéneas: unos galgos tenían más
pelo, otros eran más largos, etc. Poco a poco fueron
mostrándose más ejemplares, como «Kush Ki»,
que era blanco y crema, o «Roostman», al que se
cruzó con «Motee», del señor Tufnell,
y nació el que sería considerado como un verdadero
Afgano: «Rajah II».
Hacia 1907 apareció «Zardin», de manos del
capitán John Barff, un perro que provocó un revuelo
tan impresionante que la reina Alejandra quiso verlo. Su aspecto
fue descrito y publicado en la revista del Indian Kennel Club,
lo que formaría las bases del estándar que años
más tarde, hacia 1925, se le otorgaría al Afghan
Hound. Posteriormente se perdió la pista de este ejemplar,
así como de su descendencia.
Después de la I Guerra Mundial se importaron varios
ejemplares. El mayor Bell-Murray y Jean Manson, fundadora del
primer criadero de la posguerra, trajeron un perro dorado oscuro
con máscara negra, otro de color crema y uno leonado
claro con máscara negra; así como cuatro hembras,
cuyos colores eran crema, leonada, leonada con máscara
negra y atigrada oscura. Su prestigio hizo que exportaran a
Holanda el ejemplar «Begun of Cove», base del criadero
Barukhzy, de la señora Jurgeling. Esta criadora importó
más tarde otros ejemplares de distintos criaderos, pero
de uno de ellos salieron los perros más solicitados,
el criadero Ghazni, tipo que acabó afincándose
definitivamente en Holanda y Alemania.
El club británico del Afgano se fundó 1925, y
en 1926 fue reconocido en Estados Unidos por el American Kennel
Club, país al que había llegado en 1902.
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