El Chow Chow camina como si anduviese sobre
zancos y se viste como si fuese a la ópera. A cualquiera
que le gusten los abrigos de piel, mirará con envidia
el fantástico pelaje de este perro. Hay dos variedades
según la longitud del pelo, y en ambos hay pelo duro
y subpelo. Se admiten cinco colores, rojo, tonalidades de rubio
claro hasta marrón, negro, azul, canela (desde canela
claro hasta canela oscuro), crema y blanco.
En China, el Chow Chow era empleado para vigilar las típicas
lanchas de tres palos, así como vigoroso perro de trineo,
para el arrastre de los mismos; su carne se comía y también
se comerciaba con su piel. La triste situación de los
antecesores y por lo tanto la falta de afecto de un amo, han
ensombrecido el carácter de este bellísimo perro,
por lo que se muestra como un poco expansivo, distanciado, indiferente
al juego. Es de todas maneras, un perro fiel, sincero, muy encariñado
con el amo. Soporta de mal grado la trailla y el bozal. En cambio
es educado, limpio y paciente.
Una de las figuras más eminentes dentro
de la cría del Chow Chow y fundador del club americano
de la raza, el doctor Samuel Darper, asegura que procede del
Círculo Polar Ártico, de donde emigró hasta
Mongolia, Siberia oriental y China cuatro mil años antes
de nuestra era. Otro importante autor, Eduard C. Astisen, asegura
que la primera figura de Chow Chow está en la tumba de
Kheops, que data de tres mil años antes de Cristo.
Dado el poco interés que los historiadores han mostrado
por la cultura mongola, la historia del Chow Chow también
ha quedado oculta. Se sabe que dos tribus, los jung y los ti,
poseían un tipo de perro con la lengua azul que manejaban
con arneses y que utilizaban para la lucha contra osos y tigres.
Otras referencias demuestran que miembros de la clase alta los
tenían como animales de compañía o que
eran utilizados como alimento humano en China, aunque en este
caso solían ser cruces con otras razas y sólo
durante un brevísimo período de tiempo y exclusivamente
en momentos de auténtica escasez durante el siglo XIX.
Se ha podido comprobar que los primeros pedigrís
de la historia fueron de esta raza, documentos fueron encontrados
por el doctor Abshagen en un monasterio lama, durante la ocupación
japonesa del norte de China en la II Guerra Mundial. En ellos
se constataba el arte de criar «Chow azules de Mongolia»,
durante setecientos años, es decir, desde el siglo XIII.
Hay documentos que demuestran la existencia
de un ejército de diez mil soldados apoyados por cinco
mil perros Chow, en la provincia de Yunan, que datan de ochocientos
años antes de nuestra era, cuando recibían el
nombre de perro de los Tártaros. Como es de suponer,
estos perros que aparecen representados en los distintos documentos
y a lo largo de la historia no eran como los actuales, éstos
son más chatos, compactos y de osamenta más gruesa.
Tal circunstancia se debía al hecho de que en aquella
época eran criados como perros de trabajo, para tiro,
guarda, pastoreo, caza..., lo que producía un tipo de
perro más rústico y ágil.
Uno de los primeros perros que llegó
a Europa fue exhibido en el zoológico de Londres como
animal exótico, donde lo catalogaron como «perro
salvaje de China»; corría el año 1820. En
1865 fue regalado un ejemplar de esta raza a la reina Victoria
de Inglaterra, fue entonces cuando se descubrió que sociabilizándolo
desde pequeño este tipo de perro era muy dócil.
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