Es una raza muy cariñosa con su amo, inteligente,
aunque no se deja adiestrar fácilmente. Es muy reservado,
desconfiado pero valeroso, por lo que a pesar de su tamaño
se muestra como un excelente guardián, aunque sólo
sea para dar la voz de alarma.
La leyenda dice que el pekines nació del amor entre
un león y una mona, de donde le vendría su aspecto
y su caracter orgulloso, digno y valiente. Desde siempre se
ha fomentado su pequeño tamaño, como en la corte
de la emperatriz Tíen que daba alcohol en grandes cantidades
a sus perros para inhibir su crecimiento. Actualmente ha cambiado
su pasado como perro de palacio por el de perro de hogar,
donde se ha adaptado perfectamente porque no necesita paseos
ejercicio sinó un lugar bien comodo. Sin embargo es
más perro de una sola persona que de toda una familia.
Conocio su apogeo entre 1820 y 1850, cuando la emperatriz
Ts´eu Hi, apasionada por el perro sagrado, estableció
las primeras reglas de su patrón y régimen alimenticio
y alcanzó su máximo esplendor con el emperador
Tao Kuan.
Mientras las restantes razas de perros eran criadas para
ser degustados con toda clase de salsas, los pekineses acompañaban
al mas alla a su dueño y eran inmolados a la muerte
de éste. El robo de un pekinés estaba castigado
con la pena de muerte.
Originario de China, es una de las razas más
aristocráticas ya que durante generaciones se crió
exclusivamente en el palacio imperial y sólo el emperador
podía poseerlo o, en su caso, regalarlo. Eran estas clases
sociales privilegiadas las que preferían un perro de
caza y compañía de pequeño tamaño.
Una leyenda acerca de la raza narra cómo
un día un león se enamoró de una pequeña
mona. Al ver su pasión imposible de realizarse, el león
pidió ayuda a un mago. Éste, conmovido, proporcionó
al león el tamaño de su pequeña amante
sin por ello quitarle dignidad y fuerza. De esta unión
nacieron los primeros Pekineses. Su cara simiesca y su temperamento
temerario podrían justificar este cuento, pero el verdadero
origen del Pekinés se fecha más allá de
500 años antes de nuestra era.
Ya en la época de Confucio (479 a. de
C.) era utilizado en la caza menor. Desde sus más remotos
orígenes los emperadores chinos se volcaron en esta raza,
de las más antiguas, probablemente de origen tibetano,
a la que consideraban de creación divina. En el principio
de nuestra era se nota la influencia de los pequeños
perros Tai, que debido a su diminuto tamaño se quedaban
bajo la mesa, que en Oriente son muy bajas, dado que las personas
se sientan en el suelo. La imaginación oriental atribuye
al pequeño león imperial un sinfín de virtudes,
que además están reflejadas en «El libro
de los Cinco Emperadores».
Bajo la influencia del budismo, la imagen del
león, que es la de Buda, convierte al Pekinés
en la imagen viva de Dios. Resulta muy interesante saber que
cada color, cada tono de pelaje, tenía un valor propio,
incluso se les criaba para obtener tonos de pelaje acordes con
el vestuario de la corte. Una de las principales razones de
que su tamaño fuera cada vez menor era que las cortesanas
transportaban a los perros en las mangas de sus vestidos.
Los primeros estándares redactados
son obra de la emperatriz Tsu Hsi, con textos y dibujos, momento
de máximo esplendor de la raza dentro de la corte, entre
1821 y 1851. Se tiene constancia de que en esa época
se dicta diariamente el menú de los perros.
En 1830, cuando el palacio imperial es tomado
por los británicos durante la insurrección de
los bóxers, un oficial salvó de la muerte a cinco
perros, ya que los chinos los sacrificaron para que no cayeran
en manos de los occidentales; uno de ellos fue regalado a la
reina Victoria. Al Reino Unido llegaron más ejemplares
entre 1893 y 1896, momento en el que comienza su cría.
Existe polémica acerca de cuándo se había
empezado a exponerlos; según unas fuentes hacia 1863,
en Londres, y hacia 1893, en Chester, según otras. Desde
su entrada en Europa fue una de las razas preferidas por las
clases sociales más relevantes.
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