El Yorkshire terrier (o Yorky) es un perro que en el Estándar
de FCI está calificado como "toy" (juguete),
cuyo manto es de color azul acero y fuego (no negro como lamentablemente
se está viendo y recomendando en estos días),
de textura fina y sedosa que abarca desde el occipucio (parte
posterior de la cabeza) hasta la cola. Cabeza, pecho y patas
de brillante dorado y temperamento típicamente terrier:
vivacidad, inteligencia, elegancia y rapidez de movimientos.
El Yorkshire terrier es el fruto de cruzamientos entre varias
razas (Manchester terrier, Skye terrier, Dandie Dinmont y,
también, el maltés), realizados por algunos
criadores de Yorkshire en Inglaterra, que querían un
perro de tamaño no muy grande que, sin embargo, supiera
cazar roedores.
El perro resultante de tales cruzamientos se mostró,
de inmediato, un implacable enemigo de las ratas, pero bien
pronto la moda llevó a una progresiva y rápida
reducción del tamaño, que hizo se convirtiera
en un perro de lujo y compañía.
Por su carácter es el perfecto animal de compañía.
Posee las características de valor y tenacidad propias
de un perro mucho más grande, con una gran ventaja,
su tamaño pequeño le hace ser muy manejable.
Debido a la especial configuración del
terreno escocés, a lo largo de la historia se han producido
distintos aislamientos en lo que a razas caninas se refiere.
El nombre que recibiera podía deberse al área
de origen, a la labor que desempeñara o, incluso, al
de su propietario, pero todos se unificaron con el nombre de
Terrier Escocés.
La revolución industrial fue determinante
en la expansión y fijación de esta raza. Los escoceses
que trasladaron su domicilio a Inglaterra, en concreto al condado
de Yorkshire, llevaron consigo a sus perros, cuya principal
función era cazar ratas, muy abundantes en las zonas
industriales en aquella época.
Las razas que más influyeron en la formación
del actual Yorkshire Terrier fueron el Clydesdale Terrier y
el Paisley Terrier, cruzados con el Skye. Aunque éstos
desaparecieron, sus estándares fueron redactados, por
lo que se puede deducir la ascendencia del Yorkshire Terrier.
El primer Yorkshire inscrito en el libro de
cría fue «Albert», propiedad del señor
Peter Eden, y cuyos rasgos más importantes eran su manto
sedoso y azul, muy dorado en la cabeza y patas y con un gran
mechón de pelo sobre la cabeza y los ojos. Su propietario
fue quien fijó las características de este tipo
de perro.
En 1865 nació el que es considerado
padre de la raza, «Huddersfiel Ben», cuyo propietario
fue el señor Eastwood, quien buscaba un tipo de perro
de compañía, es decir, de reducido tamaño,
con el pelaje largo y sedoso; de ahí que este ejemplar
pesara seis kilogramos. Este perro obtuvo 74 premios; tan popular
llegó a ser, que en 1871, cuando murió, fue naturalizado.
Aunque el Yorkshire Terrier fue reconocido
como raza por el Kennel Club en 1886, el primer estándar
no se redactó hasta 1898; en 1950 sufrió alguna
transformación y la polémica acerca del tamaño
todavía está presente.
Esta circunstancia no ha impedido que el Yorkshire
Terrier se haya convertido en el perro de compañía
por excelencia, predilecto en multitud de países, de
donde ha desbancado a razas autóctonas.
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